Epidemiología

La ACG generalmente ocurre en personas de 50 años o más. Su incidencia aumenta de manera constante después de los 50 años, con una edad media de inicio en la octava década.[5][6][7][8] Las mujeres se ven afectadas de 2 a 4 veces más que los hombres.[5][6][7][8] La incidencia de ACG en Europa en personas mayores de 50 años es de 7-29 por 100.000.[8] La incidencia de ACG en el sur de Europa es menor que la registrada en las poblaciones del norte de Europa. En España se ha registrado una tasa de incidencia de 10,2 por 100.000, de 8,7 por 100.000 en Eslovenia y de 6,9 por 100.000 en el norte de Italia.[9][10][11] En los Estados Unidos, es más común entre las personas blancas de ascendencia del norte de Europa y es raro entre las personas de ascendencia africana / caribeña.

Factores de riesgo

Los estudios epidemiológicos han demostrado que existe una fuerte asociación entre la incidencia de ACG y la edad avanzada. La ACG casi nunca se desarrolla antes de los 50 años, y su incidencia aumenta constantemente a partir de entonces. La edad media de inicio es en la octava década.[5][6][7][8] Se desconoce si los cambios relacionados con la edad en el sistema inmunitario o la inmunosenescencia están relacionados con este fenómeno.

Los estudios poblacionales han demostrado que la incidencia es de 2 a 4 veces mayor entre las mujeres que entre los hombres.[5][6] Se desconoce el mecanismo responsable de esta diferencia.

Los estudios poblacionales han demostrado que el riesgo es mayor entre las personas de ascendencia del norte de Europa, lo que sugiere una predisposición genética.[13] También se ha observado agregación familiar.[18] La ACG se asocia con polimorfismos de la región de clase II del antígeno leucocitario humano (HLA). Este fenotipo genético influye en el sitio de unión al antígeno de las moléculas HLA de clase II y, por lo tanto, puede afectar la selección y presentación del antígeno.[12] Las pruebas genéticas no están indicadas como parte de la evaluación diagnóstica.

Los estudios de casos y controles y de cohortes han sugerido que fumar se asocia con un mayor riesgo de desarrollar ACG.[19][20] En un metanálisis de estudios observacionales publicados, se detectó un riesgo significativamente mayor de ACG entre los fumadores actuales y los que nunca lo habían hecho en comparación con los no fumadores.[21]

La enfermedad ateromatosa previa se ha asociado con un aumento de 4,5 veces en el riesgo en las mujeres, pero no en los hombres. La evidencia se basa en un estudio de casos y controles.[20]

Existe evidencia circunstancial, pero no concluyente, de que la ACG puede ser desencadenada por agentes infecciosos. Los estudios poblacionales han identificado variaciones estacionales y fluctuaciones cíclicas en las tasas de incidencia, lo que sugiere la participación de uno o más factores etiológicos ambientales.[22][5][23]

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