Epidemiología

La prevalencia de anorexia nerviosa (AN) a lo largo de la vida en los EE. UU. según los criterios del DSM-5 es de aproximadamente un 0.8%.[5]

La prevalencia de la AN varía a nivel mundial. Las revisiones sistemáticas que incorporan una variedad de estudios de todo el mundo estiman tasas generales de prevalencia durante toda la vida del 0.2%, con tasas más altas observadas dentro de los estudios que utilizan los criterios del DSM-5 (0.9%). Los estudios sobre la prevalencia de los trastornos de la alimentación son limitados y se concentran en Europa, América, Australia, Nueva Zelanda, China y Corea del Sur.[6]​La AN se estudia más en los países occidentales donde el trastorno es más frecuente.[7][8]​​​​​ Aunque son muy pocas las personas que hacen dieta para intentar perder peso que desarrollan la anorexia nerviosa, la enfermedad es más frecuente en las culturas en las que se valora la búsqueda de la delgadez. Los estudios transculturales han relacionado el aumento de los trastornos alimentarios con la exposición a los medios de comunicación y los ideales occidentales, y hay evidencias de que las actitudes que pueden aumentar el riesgo de trastornos alimentarios están aumentando en los países no occidentales.[9] Cabe destacar que las tasas de anorexia en los países asiáticos han aumentado sustancialmente desde el año 2000; las tasas de la última década son ahora comparables a las observadas en los países occidentales.[9][10]​​​[11][12]

Es difícil obtener datos epidemiológicos sólidos, pero la mejor información disponible indica que la incidencia de anorexia nerviosa (número de casos diagnósticos al año) no ha cambiado sustancialmente en las últimas tres décadas.[12][13][14]​​[15]​​​​ Sin embargo, hay evidencia de que sugieren una mayor incidencia en niños (de <15 años) y, en particular, en niños más pequeños (de ≤12 años), en los años más recientes.[16][17][18][19]​ El inicio antes de los 15 años se asocia con una mayor gravedad de la enfermedad y tasas más altas de comorbilidad psiquiátrica a lo largo de la vida.[20]

De acuerdo con criterios diagnósticos estrictos, aproximadamente el 0.3% de las personas de países occidentales presenta esta afección, con alrededor de 0.5-1% de las mujeres en edad universitaria.[21][22]​​​ Se estima que 3 de cada 10 pacientes son hombres, pero muchos hombres no acuden a por tratamiento; por lo tanto, aproximadamente el 90% de los pacientes diagnosticados son mujeres.[15][18]​​ Algunos informes han indicado que la prevalencia relativa de la anorexia nerviosa entre niños preadolescentes se acerca a un ratio de niños y niñas de 1:4.[23] Los hombres pueden tener menos probabilidades de ser diagnosticados, posiblemente debido tanto a la falta de notificación de síntomas como a los niveles más bajos de sospecha entre los profesionales de salud.[24]

El riesgo de aparición de la AN es más alto en la adolescencia tardía, produciéndose el 40% de los casos nuevos en pacientes de entre 15 y 19 años de edad.[13][17]​​[18]​​ El riesgo de desarrollar AN disminuye significativamente después de los 21 años de edad, aunque el período menopáusico se ha sugerido como un período adicional de alto riesgo en las mujeres para el inicio o la recurrencia de un trastorno de la alimentación.[25][26]

Solo un tercio de las personas con AN buscan atención médica.[27] ​Algunos estudios informan que las mujeres blancas tienen más probabilidades de ser diagnosticadas con AN que las mujeres de otros grupos étnicos y raciales, aunque la evidencia es contradictoria.[5][28][29]​​​ La prevalencia parece mayor en las personas que se identifican como lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, queer o cuestionadoras (LGBTQ+) en comparación con sus iguales heterosexuales/cisgénero.[30][31]​​

Entre las enfermedades psiquiátricas, la anorexia nerviosa presenta una de las tasas de mortalidad prematura más altas (presentando un riesgo de muerte prematura aproximadamente 5 veces superior al de sus iguales).[32][33]​​​​ Las muertes se deben principalmente a complicaciones médicas o a suicidio.[34][35]​​​​​ Las afecciones psiquiátricas concurrentes son frecuentes y pueden aumentar el riesgo de mortalidad, incluido el riesgo de suicidio. Las afecciones comórbidas incluyen depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno por déficit de atención e hiperactividad y trastornos por consumo de sustancias.[36][37][38]​ La presencia de diabetes concurrente aumenta sustancialmente el riesgo de muerte en comparación con las personas con diabetes sin un trastorno de la alimentación.[39]

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