Etiología
Es probable que una combinación de factores predisponga a las personas a los trastornos de pánico.
Factores genéticos: el riesgo de sufrir trastorno de pánico aumenta cinco veces entre los parientes de primer grado.[22] Las tasas de concordancia para gemelos monocigóticos y dicigóticos son aproximadamente del 23% y 6% respectivamente, con hallazgos procedentes de metaanálisis que atribuyen una estimación del 30% al 50% de la diferencia a la carga genética compartida.[22][23][24] A pesar de que la identificación de genes específicos en relación con el pánico no arrojó hallazgos concluyentes, es probable que múltiples variantes genéticas de pequeño efecto interactúen entre sí y contribuyan al riesgo de trastorno de pánico.[24][25] Un metanálisis de genes candidatos mostró una asociación del trastorno de pánico con variantes del gen TMEM132D.[26] Un estudio de asociación del genoma completo (GWAS, por sus siglas en inglés) encontró que un polimorfismo en el gen GLRB puede predisponer al trastorno de pánico al aumentar la respuesta frente al estrés y los pensamientos de agorafobia.[27] También se cree que los mecanismos epigenéticos contribuyen a la predisposición al trastorno de pánico, posiblemente al mediar en las interacciones gen-ambiente.[28]
Factores medioambientales: los ataques de pánico, por definición, ocurren inicialmente de forma inesperada. Sin embargo, ocurren en contexto, por lo que ciertas características del ambiente pueden convertirse en factores desencadenantes que provocan intensos síntomas de ansiedad. Son frecuentes los antecedentes relevantes de traumas y factores estresantes impredecibles e incontrolables.[29][30] Antes del inicio de los ataques de pánico, hasta un 80% de los pacientes informa haber tenido uno o más eventos de vida negativos importantes.[29] La gravedad del asma parece estar asociada con un riesgo incremental de trastorno de pánico.[5] La variabilidad respiratoria también puede aumentar el factor de riesgo de aparición posterior del trastorno de pánico.[31] El uso y la dependencia de la nicotina son desproporcionadamente mayores en pacientes con trastorno de pánico y se puede relacionar de manera temporal con un riesgo elevado de desarrollar trastorno de pánico.[6]
Factores psicológicos: los modelos de conducta cognitiva del pánico suponen que las experiencias desagradables reiteradas con factores desencadenantes externos (p. ej., multitudes) e internos (p. ej., latidos cardíacos rápidos) conducen a la atención selectiva e hipervigilancia. A su vez, las personas aprenden a malinterpretar catastróficamente los síntomas físicos normales como peligrosos.[32] En todos los trastornos de ansiedad, puede haber una respuesta alterada frente a la amenaza con alteraciones en los circuitos involucrados en la atención, la emoción, el aprendizaje y la memoria.[33] La activación de la respuesta de lucha o huida ante el peligro percibido amplifica aún más la respuesta de pánico y los intentos de controlarlo a través de comportamientos de escape, evitación y seguridad ofrecen un alivio a corto plazo pero conducen a un mayor deterioro funcional a lo largo del tiempo.[34] Los factores temperamentales, como la inhibición conductual, pueden contribuir al riesgo de pánico en la adultez.[35][36] La sensibilidad a la ansiedad, o la tendencia a malinterpretar catastróficamente los síntomas físicos como peligrosos, se considera un factor de riesgo psicológico para el desarrollo del trastorno de pánico.[32][37]
Fisiopatología
Los estudios de pánico por neuroimagen sugieren la afectación del núcleo amigdalino central, incluida la activación de otros centros de miedo del cerebro, como el tálamo, el hipotálamo y el hipocampo, que pueden desregular el control respiratorio en el tallo cerebral.[38][39] Un estudio encontró una disminución del volumen de materia gris en las regiones temporal medial, del córtex prefrontal y cingulada del cerebro en el trastorno de pánico.[40]
Otros modelos patofisiológicos sugieren que la reactividad exagerada del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal a los estímulos ambientales puede estar implicada en el trastorno de pánico.[41] Los estudios de imagen mediante la resonancia magnética funcional demuestran anomalías en la atención y en la respuesta a la amenaza.[42][43]
En pacientes con trastorno de pánico, la terapia cognitiva conductual demostró reducciones significativas en la activación de la región de la circunvolución frontal interior izquierda, con actividad reducida correlacionada con síntomas agorafóbicos reducidos.[44] Un estudio indicó que la activación previa al tratamiento de la ínsula bilateral y la corteza prefrontal dorsolateral izquierda durante el procesamiento de las amenazas se asocia con una rápida respuesta a la terapia cognitiva conductual.[45]
Clasificación
Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, quinta edición, texto revisado (DSM-5-TR)[1]
Trastorno de pánico:
Experimentar ataques de pánico recurrentes e inesperados
Al menos uno de los ataques se ha seguido por un período de al menos 1 mes de una o ambas de las siguientes: preocupación persistente por ataques de pánico adicionales o sus consecuencias (p. ej., ataque al corazón); un cambio significativo disfuncional en el comportamiento relacionado con los ataques (p. ej., evitar el ejercicio o situaciones desconocidas)
Los síntomas de pánico no deben atribuirse a efectos relacionados con sustancias (p. ej., una droga de abuso, un medicamento), otras afecciones médicas (p. ej., hipertiroidismo, trastornos cardiopulmonares) u otros trastornos psiquiátricos (p. ej., trastorno de ansiedad social, fobias específicas, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de estrés postraumático, trastorno de ansiedad por separación).
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