Pronóstico

El resultado del paro cardíaco repentino generalmente es malo; si bien la aplicación de algoritmos para el tratamiento del paro cardíaco repentino ha evolucionado y la tasa de paro cardíaco repentino está disminuyendo, la tasa de recuperación exitosa de un ritmo de perfusión sigue siendo baja. Según el Registro de paro cardíaco de EE. UU. para mejorar la supervivencia (CARES, por sus siglas en inglés), la supervivencia hasta el ingreso hospitalario después de un paro cardíaco extrahospitalario (OHCA) no traumático tratado por servicios médicos de emergencia en 2022 fue del 24.9% para todas las presentaciones, con tasas de supervivencia más altas en lugares públicos (36.9%) y menores tasas de supervivencia en hogares/residencias (23.5%) y residencias de ancianos (14.4%). Solo el 9.3% de los pacientes con OHCA sobreviven hasta el alta hospitalaria.[2]​ La tasa media de supervivencia global de los pacientes con OHCA es del 7.7% al año del alta hospitalaria, con variaciones a nivel mundial.[115]

La aplicación temprana de RCP, incluida la RCP solo con compresiones, por parte de transeúntes durante la OHCA aumenta la tasa de supervivencia.[77][78] Otros factores asociados a un mejor pronóstico son que la parada se haya presenciado, que se haya producido durante el día y el ritmo inicial sea desfibrilable.[116]

Los factores asociados con un peor pronóstico incluyen el sexo masculino, la edad >60 años, la neoplasia maligna activa y la enfermedad renal crónica.[116] Los pacientes con taquicardia ventricular o fibrilación ventricular en el momento del diagnóstico tienen la mayor tasa de supervivencia, seguidos de aquellos que se encuentran en actividad eléctrica sin pulso y, por último, los pacientes que se encuentran en asistolia.

El mecanismo más común de muerte después de una reanimación exitosa de un paro cardíaco es la retirada del tratamiento de soporte vital debido a la percepción de un mal pronóstico neurológico debido a una lesión cerebral hipóxica-isquémica subyacente. Entre los supervivientes de un paro cardíaco, aproximadamente la mitad permanece en coma 72 horas después del retorno a la circulación espontánea (ROSC).[117]​ El neuropronóstico es un componente importante de la vía de atención de estos pacientes, pero es complejo, desafiante y, a menudo, está guiado por evidencia limitada. Las guías de práctica clínica recomiendan que el neuropronóstico definitivo generalmente no debe ocurrir antes de 72 horas después del ROSC y se debe realizar en ausencia de sedación u otros factores de confusión que puedan retrasar el despertar (p. ej., convulsiones, hipotermia, sepsis, insuficiencia renal, delirio y encefalopatía hepática).[117][118]​​ Debe ser multimodal, considerando el cuadro clínico completo (teniendo en cuenta factores que impactan el pronóstico general, como edad avanzada, nivel basal deficiente de funcionamiento o enfermedades preexistentes asociadas con una esperanza de vida limitada), y nunca basado en una sola variable. Las modalidades incluyen examen neurológico, electroencefalograma (EEG), potenciales evocados somatosensoriales (SSEP), exploración por imágenes cerebrales (tomografía computarizada e imágenes por resonancia magnética) y/o biomarcadores (p. ej., enolasa neuronal específica [ENE]) cuando están disponibles.[117][118]​​ Los siguientes hallazgos en el examen neurológico hacen suponer la muerte o un resultado neurológico desfavorable: a las 24 horas, pérdida del reflejo corneal, ausencia de respuesta motora, ausencia de respuesta al dolor y pérdida de la respuesta pupilar; a las 72 horas, ausencia de respuesta motora.[119]​ Cuando se produce la recuperación funcional, el transcurso del tiempo es muy variable.[117]

Entre los pacientes ingresados en el hospital después de una OHCA, la tasa de supervivencia hasta el alta es aproximadamente del 50% al 60%.[120]​ Quienes sobreviven hasta el alta hospitalaria a menudo presentan complicaciones neurológicas, pulmonares, cardíacas, hepáticas, renales o musculoesqueléticas. Sin embargo, una encuesta de supervivientes de OHCA en Dinamarca encontró que la calidad de vida relacionada con la salud informada por los pacientes a largo plazo hasta 20 años después de su evento era consistentemente alta y comparable a la de la población general.[121]​ La mayoría de los sobrevivientes pueden regresar a casa, y solo un pequeño porcentaje (1% a 10%) requiere admisión en un centro de cuidados a largo plazo.[95]​ Los datos sobre la supervivencia a largo plazo más allá de los 12 meses después de la OHCA son escasos, pero una revisión sistemática encontró que la supervivencia después de 10 años en pacientes que sobrevivieron a la estancia hospitalaria inicial fue de entre el 62% y el 64%. Los pacientes con un ritmo inicial desfibrilable tuvieron un riesgo menor de mortalidad a largo plazo en comparación con aquellos con un ritmo no desfibrilable (índice de riesgo 0.30; IC del 95%: 0.23-0.39).[120]

En los países europeos donde se practica de forma rutinaria la retirada del tratamiento de soporte vital (WLST, por sus siglas en inglés), se observa un buen resultado neurológico en >90% de los pacientes. Sin embargo, en situaciones en las que no se aplica la WLST, la lesión cerebral hipóxico-isquémica grave es sustancialmente más frecuente; un estudio italiano informó que más del 50% (n = 119) de los supervivientes tuvieron un mal resultado 6 meses después del evento, y un tercio (n = 68) se encontraba en un estado vegetativo persistente.[122][123] Entre los supervivientes con un buen resultado neurológico, muchos experimentan problemas cognitivos, emocionales y físicos a largo plazo, además de fatiga.​[123] Aproximadamente entre el 40% y el 50% presentan trastornos cognitivos debido a una lesión cerebral hipóxico-isquémica. Estos son principalmente de leves a moderados y tienden a afectar la memoria, la atención, la velocidad de procesamiento y la función ejecutiva. La mayor parte de la recuperación cognitiva se produce en los primeros 3 meses después del paro cardíaco.[95][123]​ Los problemas emocionales también son frecuentes; la ansiedad está presente en el 15% al 30% de los supervivientes a los 3-6 meses (y permanece en el 15% al 23% a los 12 meses), mientras que la depresión afecta al 13%-32% de los pacientes a los 3-6 meses (y disminuye al 5%-15% a los 12 meses).[95]​ Los síntomas de estrés y estrés postraumático se reportan entre el 16% y el 28% de los sobrevivientes, y algunos pacientes desarrollan problemas de conducta, como labilidad emocional o agresión.[95][123]​ La fatiga se reporta en aproximadamente el 70% de los sobrevivientes a los 6 meses y en el 50% al año. Los problemas físicos incluyen fracturas de costillas, debilidad muscular y movilidad restringida, y algunos pacientes pueden beneficiarse de la derivación a un fisioterapeuta o terapeuta ocupacional.[95][124]​ De aquellos que antes estaban trabajando, entre el 63% y el 85% pueden volver a trabajar, aunque algunos necesitan adaptar sus horarios o actividades laborales.[95]

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